Luis y su historia con Nueva York

Os presento a Luis, un Riojano de pura cepa, Runner por el placer de correr y un apasionado de Nueva York.

Si digo que mi pasión por Nueva York se remonta hasta mis primeros años de vida sería un poco exagerado, pero sí que he identificado ese primer momento en el que comencé a estar interesado por esa gran urbe en plena infancia.Todo comenzó con la portada de un cuaderno que me compraron para el colegio cuando tendría unos 8 años.

El Empire State era el protagonista de la fotografía de dicha portada, el cual me cautivó. No sabía ni el nombre del edificio (ni siquiera por aquel entonces sabía que los edificios tenían nombre) ni de qué ciudad se trataba. No sé en qué momento descubrí que ese edificio se llamaba Empire State y que estaba en Nueva York.

Lo que sé, es que pronto empezó a fascinarme esta ciudad, la tenía que conocer de primera mano, en persona, tenía que vivirla.

La primera vez que pisé Nueva York llegué con el nerviosismo de quien se ha creado demasiadas expectativas y teme no cubrirlas. No sólo cubrió las expectativas que me había creado, sino que me quedé corto. En 15 días había visitado la mayoría de los lugares que tantas veces había visto en libros, revistas, televisión, cine… y que habían despertado tanto interés en mí, y sin embargo me había quedado con las ganas de más. Había descubierto que Nueva York es más, mucho más que esos lugares típicos que siempre vemos cuando nos enseñan Nueva York.

Hay otro Nueva York, otros muchos en esa ciudad, o quizás sea el mismo Nueva York enmarcando distintos estilos de vida, distintas culturas, distintas formas de entender la vida y de expresarla.

Por eso me prometí volver.

Y volví.

Comencé a disfrutar perdiéndome sin rumbo por calles y barrios, saliéndome de los circuitos turísticos habituales. Aproveché la amabilidad de sus gentes y su habitual disponibilidad de entablar conversación para conocer más de ellos y de su visión de la ciudad. Y mi pasión se fue acrecentando más y más.

MI PASIÓN Y AFICIÓN SE UNEN

Paralelamente a esa pasión por Nueva York discurría mi afición por correr. Incomprensiblemente nunca uní las dos pasiones; nunca me lancé a las calles y parques de Nueva York para correr por ellas.

Lo que más llegué a hacer fue subir las últimas siete plantas del Empire State corriendo por las escaleras. Sin embargo cada año veía embobado por la televisión la maratón de Nueva York y me daban envida, mucha envidia, esos corredores que se pateaban las 26 millas de la carrera por los cinco distritos de la ciudad … Mucha envidia.

Nunca llegué a pensar que sería capaz de correr una maratón porque mis distancias en carrera eran bastante más limitadas. Y mucho menos llegué a pensar que alguna vez correría la maratón de Nueva York. Se había convertido en un sueño difícil de alcanzar.

Pero justo cuando ya había tirado la toalla de conseguir el sueño, la vida con sus giros inesperados parece que encauzó todo para que lo pudiera cumplir.De pronto me vi cruzando la meta de la maratón de Barcelona y me di cuenta de que la maratón de Nueva York podía dejar de ser un sueño. Durante 6 meses me preparé para la carrera de mi vida.

Seis meses que se me pasaron volando. Y con la misma ilusión que la primera vez que viajé a Nueva York llegué el pasado 29 de octubre de 2015 a la que ya considero mi segundo hogar.

PRE MARATON DE NUEVA YORK

Por primera vez salía a correr por Central Park y me estremecí al encontrarme con la meta de la maratón de Nueva York, la meta que esperaba cruzar dos días después. El ritual de recoger el dorsal en la feria del corredor del Jakob Javits Center Convention Center es el pellizco que te hace sentir que aquello está pasando de verdad, que no lo estás soñando.

Los días previos a la carrera intentas vivirlos con normalidad para dar esquinazo a los nervios de la prueba. La ciudad estaba en plena celebración de Halloween y resulta difícil no sentirte arrastrado por la fiesta y asombrarte por la imaginación de aquellos disfraces y maquillajes increíbles.Subí al 1 WorldTrade Center, ese edificio que vi crecer durante mis anteriores viajes y que hace tributo a las Torres Gemelas que conocí y visité en su azotea durante mis primeros viajes. Me fui de compras a Central Valley. Vi a Obama llegando a Manhattan en helicóptero en el helipuerto de South St… Fui a la Pasta Party de La Nacional…. No paré.

«El día anterior a la maratón corrí la NYRR Dash to theFinish Line 5K, la primera toma de contacto con las carreras de Nueva York y cómo se las gastan en cuanto a animación y a organización»

LA MARATON DE NUEVA YORK

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Y llegó el día. Había dormido bien, estaba tranquilo… no me podía creer tanta calma. Nos llevaron en autobús desde el hotel a la salida en Staten Island. En el autobús iba MatinFiz que nos recomendó que nos olvidáramos de marcas, de tiempos y disfrutáramos, que era una carrera muy dura.Ya en Fort Wadsworth, en Staten Island, lugar donde está la salida, me uní a los más de 50.000 corredores que íbamos a participar en la maratón.

Tal era mi estado de tranquilidad, que me busqué un sitio en el césped debajo de las tiendas de campaña que la organización montó para la carrera, y me quedé dormido. Tenía que esperar 3 horas para que la oleada de corredores en la me habían incluido saliéramos.

Tres horas que dio tiempo para dormir, pasear, desayunar, volver a tumbarme y volver a desayunar.A las nueve de la mañana nos llamaron a los corredores de nuestra oleada para que nos dirigiéramos a los corrales de salida. En una hora estaríamos ya corriendo.

Con puntualidad británica sonó a capela el “GodBlessAmerica” tras el cual se dio el cañonazo que anunciaba nuestra salida y sonó el “New York, New York” de Sinatra con un vuelco del corazón que se emocionaba ante tal ceremonia.

Poco a poco, caminando, nos fuimos acercando a la salida y por fin corriendo atravesábamos la línea de salida para adentrarnos en la calzada superior del puente Verrazano. Nos esperaban 26,2 millas, 42.195 metros, cinco distritos, cinco puentes, decenas de bandas de Rock, DJ’s, coros góspel, miles y miles (dicen que más de un millón) de personas animando en ambas aceras y más de 10.000 voluntarios apoyando y animando a los corredores.

El recorrido es duro, más duro de lo que me habían dicho y de lo que me esperaba. Pero la animación te hace ir en volandas. No he visto una carrera igual, con un público tan entregado durante todo el recorrido, animándote y gritando tu nombre como si fueras de su familia o un conocido de toda la vida, dándote plátanos, caramelos, agua, chocolate y café que han traído de sus casas para que no desfallezcas.

Ondean banderas de todos los rincones del mundo, levantan carteles con frases para motivarte y extienden sus manos para que la choques con la tuya… hasta los policías.Disfruté en esa carrera como en ninguna otra.

Pasar de un barrio a otro de Brooklyn, de los gritos y la música de DykerHeights y GreenwoodHeights a la sobriedad de Williamsburg, te recuerda la presencia de la mezcla de culturas en la ciudad hasta en la animación. Adentrarte en Queens a ritmo de rock mientras ves acercarte el temido Queensboro Bridge. Cruzar el puente con semejantes vistas de Manhattan suaviza una de las partes más exigentes de la carrera.

La aglomeración de público, sus gritos y la presencia española en la interminable primera Avenida de Manhattan supone un chute de energía para afrontar media maratón más que queda por cubrir.

Abandonar Manhattan para cruzar al Bronx por el Willis Avenue Bridge, al que subí caminando porque se me hizo una rampa demasiado dura que no había previsto ni nadie me había prevenido, coincidió con el comienzo del abandono de las fuerzas.

En una maratón se dice que los primeros 21 kilómetros has que pasarlos silbando, del kilómetro 21 al 30 se corre, del 30 al 39 se sufre y del 40 al 42 se toca el cielo. En este momento me estaba yendo de la carrera. Veía al público animar y chillar, pero no los oía. Me había topado con el conocido y temido entre los maratonianos “muro”.

Al entrar de nuevo en Mahattan por el Madison Avenue Bridge reflexioné y cambié el chip: había que meterse de nuevo en la carrera. De nuevo volvía a sentir el griterío al entrar en la Quinta Avenida, en el Upper East Side, en la Milla de los Museos.

La Vanderbilt Gate fue mi primer contacto visual con Central Park que me acompañaba a mi derecha.Faltaban 5 kilómetros para llegar a meta y volvía venirme arriba.

Estaba otra vez en la carrera. En la calle 85 entrábamos por primera vez en Central Park para bordear el Museo Metropolitano. Esa entrada la recuerdo como uno de los momentos con más público y más animación de toda la carrera.

Había mucha, muchísima gente animando dentro del parque. Cruzando el parque hacia el sur salíamos otra vez a la calle en la 59. Al fondo ya se veían las torres gemelas de la Time Warner. El público animaba cada vez más, no queda nada.

Aquello se estaba terminando. Sabía que al girar a la derecha en Columbus Circle entraba por última vez en Central Park para enfilar la recta de meta. Aquello se estaba terminando y yo no quería que acabase. Mis piernas me suplicaban que parase, pero mi cabeza se negaba a reconocer que aquello se estaba terminando.

Ya veía el arco de meta. Ya escuchaba la música y al speaker dando la bienvenida a los corredores al final de la carrera. Y llegó la meta y el prólogo de la carrera: la camaradería entre los corredores felicitándonos unos a otros, los aplausos y felicitaciones de los voluntarios y las medallas.

Nueva York se vuelca con su maratón y como todo en esa ciudad lo hace a lo grande. Puede que no sea la mejor maratón para correr, pero no hay animación que se pueda equiparar. La maratón de Nueva York es una fiesta en la que se anima, se valora el esfuerzo y se apoya desde el primero hasta el último corredor como si de uno de los tuyos se tratara. Y lo hacen hasta después de la carrera, cuando los finishers salimos por la tarde y la noche a pasear con la medalla colgada al cuello.

La gente te para para felicitarte, te llaman campeones, te preguntan el tiempo que has conseguido y te dan la enhorabuena…

No hay duda, es la mejor maratón del mundo en la mejor ciudad del mundo. Y yo he cumplido el sueño.

Gracias Luis por tu colaboración en Caminando por Nueva York.


15 respuestas a “Luis y su historia con Nueva York

      1. Ya lo voy muy bueno, ahí le deje un post, estoy tratando de formar una revista local en mi país. Pero con historias propias. Mezclando la doble vida qué lleva el corredor y su vida cotidiana. Cada quien tiene diferentes cualidades y conoces personas interesantes, como que renaciendo de nuevo y nos vemos como niños pegando saltos de cerco en cerco. Voy a seguir leyendo el link qué diste

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  1. He tenido la inmensa suerte de conocer esta historia hace unos meses, recién salida del horno. Y efectivamente, además de ser increiblemente apasionante,al leerla en este blog, he tenido, al igual que todos los que la habéis leído, la sensación de estar disfrutando «in situ» tanto de la grandeza de la ciudad de Nueva York como de la de su famosa maratón. Un gran artículo descrito con la sensibilidad de aquel que es capaz de grabar en su memoria la reacción que le produjo una imagen de su infancia y que, con tesón y mucho entrenamiento, logró convertirla en una realidad. Enhorabuena!!

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    1. Gracias a Luis por su experiencia. Tal y como la leí me emocioné, era como estar allí y como describe su pasión por Nueva York y como la unió a su afición. Me emocionó desde el primer minuto.

      Me ha entrado ganas de seguir entrenando más y poner meta «Maratón de Nueva York».

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